jueves, 6 de enero de 2011

Isabelle y Fidellio


Luisa, Fausto, Sylvia, Mi Ángeles...
Esto además de hermoso y completo, si es realizable.
Así comenzó el amor que vivimos Aristarco y yo. Todo empezó cuando leí un poema a través de la página de otra persona y como diría nuestro amigo querido Perches: Así de fácil, caí rendida. Comenzaron los versos a ser generados en una "guerra" de cortejo, Luisa debe recordarla, ella vio como fue dándose todo...

Un ocho de julio, ante todos los que me leían las entrañas de ese amor que estaba viviendo, Aristarco me nombró por primera vez su corona...
Siguieron los juegos, las llamadas, los mensajes de textos, de los cuales siempre sacaba unos versos y un veintitrés de julio, se encontraron finalmente nuestros cuerpos…

Una semana después me mudé eternamente con él y prontamente nos casaremos...

¡SI ES REALIZABLE
!


Isabelle y Fidellio


“Querido diario;

Aquí en mi espacio verde violáceo, estoy sana, salva, completa y vestida con mi traje de Eva. Ha sido una noche mágica, etérea, circunvalada, por demás perfecta. La energía me corre por las venas, me fecundaron tantas letras. El corazón me palpita y el alma, está lista para una sola cosa, vestirse por completo de papel y tinta. Unos sensuales versos están a la vuelta de la esquina.

Un beso, una caricia y una rosa negra para perfumar tu vida…

Isabelle”

Luego de esto, la poeta se enfrascó en la escritura de sus azules versos. Había sido otra noche mágica de bohemia, amigos y poemas en la Casa de la Señora Bernarda. Ella como de costumbre, leyó sus letras y luego se sentó a extasiarse con los demás poetas de la taberna. Lo que nunca imaginó fue, que esa noche sería la última noche que pasaría sin que alguien soñara con ella.

Al otro lado de la villa, se encontraba el joven Fidellio, escribiendo también. Absorto con el quimérico destello que le dejó la mujer descalza del traje negro y rizos sueltos. Aquella que desde una esquina de la taberna observó en silencio, admiró y sin percatarse, amó. La misma que sin que él lo supiese, se hacía llamar la hija de letras de la poeta que por años le robaría el sueño, aun ella estando flotando en la esfera etérea.

Ya por la mañana Adela, amiga de Isabelle, se llegó hasta la casa de esta para compartir un poema que había robado de uno de sus compañeros literarios. Adela sabía el amor y el respeto que su amiga profesaba por la musa que había inspirado esos versos, la amada Luisa. Poetisa entre las poetas, mujer grande, perfume de gardenias, eso había sido y era. Estas coplas robadas en complicidad con el destino, fueron la mejor coartada de Cupido, pues al Isabelle leerlas, cayó en éxtasis y pidió de inmediato conocer al hombre que amaba a la madre de sus letras de esta manera tan enorme. Leía, suspiraba y lloraba de la emoción que estas rimas libres le regalaban a tan tempranas horas de su mañana.

-Adela hermosa, ¿quién es el autor de tan nostálgica oda a Luisa? Necesito conocerle y besar la mano con la que escribió esta poesía. Por favor no me niegues el privilegio de conocerle, un hombre que ame así a una mujer es digno de conocerle y levantarle un altar. Siempre he soñado con que algún poeta me ame aunque sea la mitad de lo que este la ama a ella.

-Mi preciosa Isabelle, ese hombre está vedado para todas. Es uno de los poetas del grupo que frecuento. Es joven, muy diferente al resto pues, hasta fiel es. Tiene una relación muy tortuosa con una muchachita que no nos explicamos que le vio. El es tan grande, sabio e inteligente y ella, es muy buena sí, pero nada que ver con él. Amiga, de verdad que cuando el despierte y decida salir de esa relación, que se que lo hará, la que llegue a su vida será bendecida con un gran hombre.

-Pues esa mujer seré yo, amiga. Esa mujer soy yo. Sólo yo puedo entender ese sentimiento que este amigo tuyo posee por ella. Solamente yo, pues yo venero esta poeta de la misma manera. Sabes que se me hasta las lágrimas de ella. He llorado sus angustias, le conozco las quimeras y de sus letras, me he bebido cada uno de sus intensos poemas. Sabes muy bien que para mi ella es como la madre de mis letras, puesto que desde que leí por vez primera uno de sus poemas, la pasión por la escritura se aferró a mi esencia.

Así transcurrió el tiempo de charla entre ambas poetas. La uno descubriendo el alma de su amigo. La otra, enamorándose del mismo, aun sin haberlo visto.
Mientras, al otro lado de la villa, se encontraba Fidellio pensando en la silueta de la idílica dama que le había robado el sueño. No se imaginaba lo que su fiel amiga estaba haciendo con la poesía que le había robado. Jamás por su mente pasó, que al otro lado, su vida se estaba fraguando.

Fidellio era un hombre taciturno, oscuro, nostálgico. Era preciso leer sus poemas en donde se entregaba por completo a la nostalgia y a la quimera. Era joven, sabio, leal y muy buen amigo. Vivía en la espera de la llegada de esa mujer a la que llamaría por siempre su corona. Desde muy niño, la había soñado, sabía muy bien lo que quería de ella. Ya la amaba, aun sin conocerla. Y aquella mujer poeta, tenía mucho de ella.

En la plaza, varios días después…

-Isabelle, te tengo algo que se que te interesa.

-Adela, hermosa, estoy de compras y con algo de prisa. Esta noche tengo que escribir unas notas para la sublevación de estudiantes. Si quieres me acompañas y me cuentas.

-Tengo noticias de tu poeta amado en silencios.

Esto hizo de bruces parar a parar a la mujer. Su rostro se iluminó y una sonrisa se dibujó en sus carnosos y rosados labios. Su corazón parecía un caballo desbocado. Agarroo la mano de su amiga y la llevoo hacia el cafecito de la esquina.

-Cuenta, dime que tienes acerca de mi poeta.

-Sabía que te ibas a interesar. Vamos picarona, que se te nota que te derrites por alguien que aun no has visto. Ayer estuvimos reunidos, y yo, de la misma manera que me robe de él para ti el poema, me tome el atrevimiento de llevarle una de tus libretas. Tenias que haberle visto. Mientras más te leía, mas leía de ti. No dejó de leerte ni un sólo momento. Parecía como si devorara tu esencia a través de tus versos.

-¿Es cierto lo que dices? ¿No estás exagerando o mintiendo? No juegues con mis ideas, sabes que me muero por besar las manos de ese mi amado misterio.

-¡Como crees que te haría una cosa como esa! Solo se algo, de suceder algo, mi nombre no debe aparecer en ninguna de las dos carpetas. No puedo dar mi vida a comprometer, ella me conoce y sabe que eres mi alma gemela, y de ocurrir algo, como se perfila en estos otoñales vientos, seré yo la primera en ser cuestionada.

-Tranquila amiga, dejemos que las aguas corran tras la ribera sin prisa. Esas rimas son mías, como de él es mi sonrisa. Toma, por favor, hazle llegar esta nota.

Isabelle saco de su cartera una libreta que siempre llevaba, por si las musas en el camino la asaltaban. Escribió sin respirar, sin dejar caer al piso un solo suspiro:

“Ayer, me levanté algo perezosa. Sentía un frio delicioso recorriendo mi tibio y desnudo cuerpo. Para hoy encontrarme con la grata sorpresa. Eras tú, el joven amante de la madre de mis letras, que recorrías con tus dedos y con tu vista, las letras marcadas en la libreta de esta mujer que muere por suspirar tus brisas.

Recorriste todos mis recovecos, no dejaste algún detalle al universo. Fue una delicia sentir a través de mis letras tus caricias, sentir como me consumías la vida, lentamente y sin prisa.

Si gustas de más de mis ventiscas, escríbeme de una vez.

Aquí estoy.

Isabelle”


Cerró la nota y se la entregó a la amiga cómplice, que no quería ser cómplice.

-Necesito que esto llegue hoy mismo. Si es posible antes del anochecer. Así tendrá tiempo de responderme isofacto. Quiero sentir sus manos a través del papel.

-Ya estoy metida hasta el fondo. Si le entrego esto, tendré que servir de emisaria. Te dije que no me quería ver involucrada.

-Tranquila, buscaremos otros medios. Saldrás ilesa de todo esto, que tu amada, formaste por cierto. Este es sólo el comienzo de nuestra vida llena de letras, poemas y amor en figuras concéntricas.

La amiga se rio a carcajadas y salió rápidamente a entregar la nota de la alocada poeta. Mientras que esta, flotaba por el aire de la plaza, le hacía compañía a las luciérnagas.

Ya en la casa, Isabelle sentada en el balcón, cómodamente en su hamaca, esperaba por lo que ella sabía que en cualquier momento le llegaba. A lo lejos, pudo avisar una silueta de un chicuelo. Este se acercaba silbando una canción muy conocida.

-¡Buenas tardes señorita bonita!

-Buenas las tengas tu picarón de azucenas… ¿Sera acaso que me traes buenas nuevas detrás de esa sonrisa bella?

-Un amigo mío, de allá abajito, me dio este sobre para usted. Me dijo: “Llévale esto rápido a la poeta de los ojos negros y rizos brujos y sonrisa gigantesca, a la que le gusta mucho la canela.” Y yo enseguida supe que era usted, por lo de los rizos y la canela. Lo de la sonrisa, ahora es que vengo a verla y de verdad en verdad, es hermosa y gigantesca.

-Mira muchachito atrevido, déjese de cosas y entrégueme de una vez esa carta. Toma, aquí tienes tres pesetas, no te malacostumbres a esto, solo trae los recados sin parar a respirar ni a beber de la negra cerveza.

El jovenzuelo le entregó el sobre a la dama y esta lo llevó a sus labios, como si estuviera besando a Fidellio. Sintió un estruendo en el pecho, el corazón le corría más rápido que los pensamientos. Entró algo nerviosa a la casa y se sentó en el suelo de la sala. Abrió ansiosa la carta y su mirada, comenzó a iluminar todos los rincones de la morada.

“Isabelle;

He leído con cuidado y avidez tus versos y no puedo negarte que me apasionan y me dejan en ellos inmerso. Eres una mujer apabullante, sensible, aguerrida y puedo decirte que hasta agresiva. Sabes, porque sé que lo sabes, que no soy solo yo, que alguien comparte conmigo mis verbos. No soy hombre de ocultar nada, mucho menos una situación como esta. Además, no creo que ninguna de las dos se lo merezca.

Es cierto también, no es misterio, que no soy feliz en este espacio. No comprenden las luces de mis silencios. Sé que es un error lo que comparto en este sembrado, pero debe respetar hasta que alguien haya zarpado. Mas no quiero abandonar los trazos que hemos empezado, escribámonos y conozcámonos. Me eres un hermoso misterio.

Pero una cosa si te voy a decir Isabelle: Tal vez, solamente tal vez…

Tú eres, la mujer de mis sueños.

Fidellio”


-Eres mío, muy mío. Como yo soy la dueña de tus sigilos.

Agarró una página y comenzó a escribir un poema al que tituló: Mujer de tus sueños.

“Mi muy Fidellio mío;

No sabes cómo tus letras han hecho castillo en este espacio tuyo y mío. Has calado fuerte en mis tormentos, has llegado para llenar mis vacios y latidos. Entiendo muy bien lo que me dices, solo me queda decirte; no temas, está quieto, tranquilo. Yo tampoco existo por mi misma en este infierno en el que vivo, mas debo decirte que sólo son unos versos vacíos. No me calientan los inviernos, no le dan luz a mis olvidos, solo dan golpes a mis piernas, haciéndole moretones a mis ventiscos. Mas no quiero hablar más de esto, se que pronto será una piedra mas en el mapa de mis recuerdos furtivos.

Tú eres mi presente futuro perfecto. Tú eres el Sueño de mis Sueños y yo, mira lo que para ti hoy escribo.

Mujer de tus sueños

En espíritu
Es tuyo mi cuerpo
Mi alma entera
Y hasta mis universos
Me pides que mantenga en silencio
Lo que mi corazón a gritos está persiguiendo
¿Es que no te has dado cuenta que lo que siento
Nos está a los dos consumiendo?
Es que ambos sabemos
Que al final de camino
Tus sueños y los míos
Serán los mismos
Sí es cierto
Yo soy la Mujer de tus sueños
Pero tú eres el dueño de mis secretos

Tuya siempre,

Isabelle”


De ahí en adelante, estuvieron escribiéndose todos los días. Varias veces al día. El joven que les servía de mensajero y compinche, se estaba haciendo rico con las propinas.

Y ella, llevaba en su diario los pasajes más hermosos que podía rememorar. Cada entrada era pie para un poema.

“Querido diario;

Hoy comencé la carta de esta manera: “Sueño mis Sueños, es que cuando el amor golpea de frente, no puedes luchar contra él. Es como si las golondrinas se anidaran en mi garganta y yo tratara de callarlas, es imposible. Es como si las estrellas se posaran en mis risos y yo de intrépida, intentara robarles el brillo, no lograría nada. Es como si intentara escribir sin mis palabras los versos, me quemaría en el silencio. Por el, me estoy enloqueciendo.

Es que el amor es esa fuerza concéntrica, mágica y eterna. Esa que te regala alas. Te hace tiritar en medio de la nostalgia. Es la energía cósmica concentrada, en palabras moradas y plateadas. Es el viento que hace me hace trenzas con perlas. Quien me canta versos sinceros y me quema la piel en mis silencios. También es quien te besa el alma y te abandona por unos momentos en secreto.

Isabelle”


Cerro su cuaderno y se dispuso a dormir cuando de repente, en la ventana de su cuarto, justamente la que queda a la cabeza de su cama, sintió unas piedrecitas golpear la misma. Se asomó con cierto recelo y vio al joven mensajero con un sobre en la mano. Puso por encima de su bata blanca una manta y salió al balcón, sin temor, ya para ese tiempo, los versos vacios se habían vuelto éter de morfina en el hastío.

-Mi señor me hizo despertar para que le trajera esto.

-Gracias chiquillo, aquí esta lo prometido.

Besó como de costumbre el sobre y unas lágrimas rodaron por sus mejillas en forma de amatistas.

“Isabelle de mis Sueños

Serena de mis tormentos

El viento que acaricia en ausencia mi cuerpo…

Estoy aquí, eres mi corona y yo tu sello

Siempre Fidellio”


Ahora sí que la vida le pintaba esmeraldas en la sonrisa. Isabelle entendió lo que su amado le quiso decir en sus rimas.

Agarró de nuevo la libreta y escribió estos versos sabiendo lo que el universo le estaba ofreciendo:

“Ventana abierta

No sé lo que siento en este momento
Las palabras no fluyen con el viento
Es que este tormento que estoy viviendo
Me está desgarrando el pecho

Hasta hace poco eran vacíos mis versos
Al llegar tú los llenaste
Poniendo mi alma al descubierto

No sé lo que salga de este poema
En realidad ni me importa una sola coma
Poco me valen los puntos, no los uso
Y los suspensivos, los he suspendido
Lo que quiero es dejar claro
Vida mía…
Que eres tú el hombre de mi vida

No me valen las rimas, ni imágenes
Ni metáforas, ni palabras rebuscadas
Lo que quiero decirte es sencillo, es simple
No me importa nada
Por ti entrego hasta el alma misma

Es cierto, es una locura
Mi alma vive en la penumbra
Duermo con mi soledad acompañada
El frio me desgarra el alma
Pero al ver esa bendita ventana
Le devuelves la fe a mi esperanza
No lo puedes comprender, es tan intenso
Y sé que sientes lo mismo que esta mujer
No lo evites, pero te entiendo

Estas lágrimas que por ti vierto
Bautizan mi cama y mi querer
Desbordando por completo mi alma
Desnudando mi espíritu y mi ser

No voy a invadirte en tus praderas
Sabes muy bien que esta poeta te espera
Sentada, serena, tranquila,
Nostálgica y quieta
Al pie de la ventana
Tu ventana abierta
Tu mujer, tu poeta
TU POEMA
Te espera”


Durmió tranquila, nostálgica, quieta y serena.

-¡Isabelle, Isabelle! ¡Abre la puerta mujer! Tengo noticias que te dejaran el alma envuelta en la niebla.

-Adela pareces una loquita. ¡Quien te vio y quien te viera! Pasa, siéntate a la mesa. Cuenta, a ver, ¿que te trae tan de cabeza?

-Toma, esta carta la tengo que entregar yo. Léela.

Un estruendo en el centro del pecho.

“Corona mía,

No puedo pasar un momento más sin saber el olor de tu sonrisa. Necesito suspenderme en los risos de tus brisas y besar el cielo que acaricia tu blanca espina.

Este fin de semana, iré a visitarte con tu amiga. Si es de tu parecer, pasaremos contigo unos días.

¿Me dirás que si, verdad mujer de mis días?

Fidellio


Agarró sin dudar un segundo un papel y en tinta roja escribió en mayúsculas: SI.

Miró a su amiga con la sonrisa mas enorme que se había pintado y la abrazó.

-Y ahora, ¿Qué harás para ocultarnos?

Las dos rompieron en risas unisonadas por el afecto tan grande que se profesaban.

Faltaban solamente dos días para este encuentro, y los amantes no dejaron de escribirse ni un solo momento. Alimentaban la pasión y el amor que los amarraba. Enardeciendo los ojos de los demás que poetas que le habían descubierto los entornos.

“Querido diario;

Mañana llega a mi casa Fidellio, llegará a su casa, tomará posesión concéntrica y sempiterna de su reino. Por fin conoceré a que huele su pecho. Podré besar sus manos, le morderé con cuidado el cuello. Dormiré con seguridad en sus brazos, me ataré para siempre a su cuerpo.

Voy a cerrar mis ojos, pues quiero que pase rápido el tiempo.

Mañana, ya es mañana.

Fidellio, vestida de rojo te espero.

Isabelle”


Ya en la mañana, la mujer daba vueltas en la sala. Sentía que las palomas le habían robado la paciencia y que las horas se reían de ella. Había arreglado sus risos, se había perfumado con mucha precisión y sus pies, los llevaba descalzos, en ofrenda de amor. Cuando a lo lejos, oyó el galopar de los caballos de una carreta. Su corazón se detuvo y escuchó una voz que sin haberla escuchado antes, reconoció.

-¡Isabelle, abre mi vida! Estoy aquí. Fidellio llegó a tu corazón.

La mujer abrió la puerta de la casa, salió corriendo hacia la carreta. Se tiro sobre los brazos de su amado poeta y así por vez primera suspiró los latidos de su corazón. Se miraron fijamente por largo rato y en un beso de amor, escribieron su eterno poema de pasión.

Unos cuerpos que nunca antes se conocieron. Fueron los versos los que les conjugaron amantes imperfectamente perfectos. Muchos criticaron su amor y su manera de amarse en los tiempos, hoy son más que una pareja de amantes, son los poetas que plasman el amor de mis versos.

Se fueron en contra de los mares. Le hicieron frente al invierno del averno. Confiaron en el destino que les ofreció el universo. Se amaro desde antes, fueron las razón de sus sueños.

Si te encuentras en una situación parecida a la de este poema, cuento leyenda, dale paso al amor en tu vida, antes de que se te acabe la cuenta. Los cuentos, novelas y poesías, son verdades, son odas de vidas compartidas.

Si quieres saber más de estos cómplices de la vida, solo tienes que leer una y cada una de mis poesías.


Viento Serena
(Lala©2010)

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